jueves, 8 de marzo de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -24-



En la anterior entrada veíamos cómo daba comienzo el año 1881, y cómo arreciaban los problemas con el barquero de la ría; también cómo el alumbrado público era otro de los asuntos que preocupaba a nuestros ediles. En esta seguiremos con otros aconteceres de aquellos días.

A principios de abril de 1881, el juego de pelota en el frontón de la Casa Consistorial de San Nicolás de Algorta veía peligrar su continuidad. El Consistorio decía: “...a fin de evitar algunos abusos y falta de respeto a los divinos oficios, que puedan resultar del juego de la pelota, construida en el piso bajo de la Casa Consistorial, lugar destinado a mercado o plaza en los días lluviosos. Acuerda este Ayuntamiento: «Se fije un Bando prohibiendo terminantemente jugar a la pelota en dicho local mientras se están celebrando los divinos oficios»...”!No parece que al prelado de San Nicolás le gustara mucho el juego de la pelota, o quizá no viera con buenos ojos la falta de asistencia de aquellos deportistas a sus funciones!. Si embargo, el Ayuntamiento, quizá haciendo obediencia de las recomendaciones del cura, avisaba con un oficio a los maestros y maestras de las escuelas de Algorta: “...que espera concurran con los niños de las escuelas a la procesión del Viernes Santo...”

El 23 abril de aquel año, el puente de Larrañazubi presentaba un estado lastimoso, por lo que los vecinos de Baserri solicitaron al consistorio, se rehabilitara dicho puente ya que era esencial para las comunicaciones de dicho barrio con el resto del municipio. El Ayuntamiento encargó al maestro de obras que valorara la construcción del mismo con madera y piedra.

La hidrofobia volvía a traer de cabeza a nuestros vecinos, mientras que en febrero el Ayuntamiento había decido retirar los bozales a los perros por la ausencia de signos de hidrofobia en los alrededores. Nuevamente en abril volvían los rumores de la amenaza hidrófoba. El Ayuntamiento acordaba: “...«se publique por medio de tamboril y anuncio al público, que todos los perros sean amarrados o recogidos por los dueños en sus casas, de día y noche, y el que se encuentre en la calle, con bozal o sin el, sea matado por los alguaciles, desde mañana a las diez en adelante, proporcionado escopetas y munición por cuenta del Ayuntamiento»...” No obstante uno de los regidores, el Sr. Berasaluce, trató de poner cordura a aquella decisión, aunque sin lograrlo, su propuesta era: “...«en lugar de matarlos en la calle sean recogidos, los que así se encuentren, con lazos u otros medios, y llevados a una perrera, y sacrificados si no aparecieran sus dueños»...” La obsesión por la enfermedad hacía que de un mes a otro cambiaran las condiciones. En mayo volvía el tamborilero a hacer sonar su atabal, anunciando que los perros quedaban en libertad para andar por las calles. Aunque más tarde, en junio, la aparición de un can desconocido con síntomas de rabia, volvería a levantar las alarmas.


Los socios del Casino Algorteño veían necesario instalar un buzón para recoger y enviar su correspondencia, por ello el Presidente de la entidad solicitaba al Ayuntamiento el día 28 de abril de 1881 la instalación de uno en su fachada. El consistorio accedía a las pretensiones a condición de que estuviera bien protegido y abierto día y noche para todo el público. No todos los ediles estuvieron de acuerdo. D. Feliciano de Ansoleaga cuestionaba la iniciativa, ya que la distancia que separaba el Casino de la llamada “Casa Carnicería” (parada del tranvía) era de escasos metros, y en ella existía otro buzón. A pesar de que acordaron suprimir el buzón de la carnicería, pocos días más tarde cambiaban de parecer y dejaban los dos.

El 30 de abril dimitía el músico mayor (director) de la que en las actas llamaban Banda o Charanga, D. Idelfonso Arrola, Era nombrado director de la misma, de forma provisional hasta que se nombrara otro, al músico y sacristán de la parroquia de San Nicolás D. Juan Bautista Larrazabal.

Era el mes de mayo de 1881 cuando se trataba de la situación de la calle que recibía el nombre de “Peligro” en el Puerto. La descripción que realizaban de la misma daba razón al nombre: “...«está en muy mal estado y es muy peligrosa, sobre todo por la noche, el poco tránsito de persona por la Calle Peligro, desde el punto junto a la casa Padrena hasta encontrarse con la calle Tánger (actual Ribera), cerca de Mugaburu Nueva»...” decidían arreglar dicha calle en un plazo breve de tiempo. Obra que saldría a remate en julio de aquel año.


El Consistorio creía llegado el momento de que el tranvía llegara hasta el Casino Algorteño, y comisionaba el 12 de mayo a los concejales Sres. Beeretega y Ansoleaga para realizar las gestiones a fin de que gestionaran ante la Compañía del Tranvía dicho objetivo.

A finales de mayo, los baños de mar venían a ocupar el tiempo a nuestras autoridades locales, ya que de dicha actividad dependía una parte importante del presupuesto municipal. Ordenaban la calle que iba desde la ermita de Santa Ana hasta el muelle de la playa, dividiendo en 16 lotes de sesenta pies de fondo el espacio que quedaba desde el callejón próximo al muelle hasta el pretil del mismo, para la colocación de las casetas de baños de mar.

Se publica en el Boletín Oficial de Vizcaya del 4 de junio de 1881, una noticia referida a la emigración de: “...«jóvenes del bello sexo a las Américas y otras sobre perros atacados de hidrofobia»...” El consistorio decidía colocar anuncios en los lugares de siempre y enviar una copia a la Parroquia de San Nicolás para que la publicitara el párroco.

El día primero de julio de 1881 se nombraba nuevo Alcalde en la figura de D. Manuel de Zalduondo; y como tenientes de Alcalde a D. Jose Ramón de Ansoleaga y D. Evencio de Cortina.

A principios de julio de 1881 se establecían las condiciones para los responsables de la Alhóndiga de Las Arenas: “...«El administrador de arbitrios de vinos, aguardientes y demás licores o bebidas de esta Anteiglesia, lo hará bajo las siguientes condiciones: 1ª Será responsable de todas las cantidades que reciba en la alhóndiga, tanto de vinos y licores como de las demás bebidas sujetas al pago de derechos. 2ª Tendrá obligación de conducirlas a las tabernas o casas de venta en todo el municipio y cantidades que le sean pedidas. 3ª Podrá expenderlas al menudeo en cantidades que no pasen de un azumbre de vino y aguardiente y botellas de licores. 4ª Se fija como precio máximo de venta 5 reales por cantara de vino, un real en cada azumbre de aguardiente y medio real por botella de licores. 5ª Será obligación del administrador de la alhóndiga, presentar diariamente al Regidor D. Ángel Zavala los recibos que acrediten la venta. 6ª Será también obligación del administrador de la alhóndiga, tomar nota de los chacolíes que se hallen a la venta, quedando prohibido al administrador tener a la venta chacolíes en la alhóndiga»...” 


Aquel año la administración de la Alhóndiga quedo al cargo del ayuntamiento por no haberse presentado nadie que cubriera las dos terceras partes de la base de puja establecida. Por ello decidieron que para evitar los abusos que se estaban produciendo en la introducción de bebidas y precios, que lesionaban los intereses municipales: “...«en el vino común solo se podrá introducir en el pueblo, cada vez, la cantidad de cinco cántaras siendo en pellejo, y seis cuando se introduzcan en barriles; en aguardiente un azumbre; en licores solamente seis botellas cada vez y en cerveza un barril o cuatro docenas de botellas»…” Días más tarde el consistorio, tras rebajar las condiciones del arbitrio, veía presentar dos propuestas para hacerse cargo de la Alhóndiga Municipal de Las Arenas. Los solicitantes fueron D. José María Ordeñana y D. Idelfonso Arrola, quedando este último seleccionado para la administración de aquel local de bebidas.

En la próxima entrada veremos cómo en la taberna del Ángel, además de vender chacolíes se empezaba a negociar con tabacos; y como surgía un conflicto por culpa de los bancos de la iglesia de San Nikolas de Bari de Algorta.

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