lunes, 15 de mayo de 2017

ENTRE DOS MUNDOS


Entre dos mundos. Este es el mundo de un artista de Getxo, más concretamente de Algorta, nacido en la calle San Martín, frente al convento de los trinitarios. Y aunque titulo entre dos mundos, uno la medicina y otro la pintura, me faltaría más de uno, pero sobre todo uno del que al final hablaré.

Dio sus primeros pasos en el mundo de la pintura en la llamada “Campa del Muerto” (Antiguo Cementerio de Algorta), aunque su relación con los cementerios ha sido larga, como contaré más adelante. Se suele decir que “de la casta le viene al galgo” y nunca mejor dicho. Se podría afirmar que a nuestro artista local, Joserra Elorriaga, parte de su inquietud le viene por vía paterna, que fue contagiada a todos los hermanos, aunque con diferente constancia y no todos continuaron con ese mundo.


Su padre, Antón Elorriaga, ya desde los 20 años había adquirido la costumbre de realizar apuntes de todos sus recorridos por Getxo. Uno de sus trabajos fue la casa del escultor Vicente Larrea, que estaba en la calle Obispo Etxeandia. Su pintura era impresionista, a decir de Joserra: “...fue mi maestro del color…, la habilidad y la viveza que tenía mezclando colores…, era capaz de descomponer en su cuaderno un color en veinte tonos...”

Los primeros dibujos de Joserra pertenecían al reino animal, de niño sus mejores trabajos fueron: “...las cabezas de caballos que pintaba en los escudos de contrachapeado que utilizábamos en nuestros juegos...” Él asistió a la academia Bidegorri, y algunos de sus amigos iban a Gaztelueta, allí les ponían deberes de dibujo: “...solíamos ir a Fadura, en el lavadero de la carretera que va hacia Simón Otxandategi; dediqué muchas horas a pintar el entorno del río...” Pero donde de verdad empezará a desarrollar las técnicas del color fue en el Colegio Santa María de Portugalete; y donde aprenderá las técnicas del dibujo fue en el Colegio San Agustín de Las Arenas, de la mano del profesor D. José Etxaniz.


Su juventud se desarrolla en torno a Itxas Gane (Scout), de donde adquirirá su afición a la montaña, la cuadrilla de la plaza y “Villa Danelis” con los guateques serán otros de sus referentes juveniles.

A los 18 años marcha a Valladolid para cursar la carrera de medicina. Al llegar a la universidad, tiene que elegir un sitio barato, nos estrenamos en el barrio de los lupanares de Valladolid, y allí: “...empiezo a decorara la pensión en la que vivíamos, eran casas del siglo XVII, de paredes tristes, empapeladas, con water único para cuatro pisos y un corral. Me junté con estudiantes de arquitectura y recorrimos la ciudad pintando sus rincones...” Allí contactó con el mundo de las exposiciones: “...había un movimiento artístico importante, muchas galerías, mi tendencia natural fue acercarme a pintores y galeristas. En esa época pintaba paisajes, edificios, todo lo que veía. La cátedra de anatomía hace una selección de dibujantes para ilustrar las clases de cada día; había que pintar cadáveres en pizarras de tres cuerpos, según las indicaciones del catedrático, que les indicaba la orientación “ ¡El hígado cogido desde esta vista!” A las tardes estaba horas y horas en la sala de disección de anatomía dando color a las pinturas de aquellos cuerpos...”


Teníamos una vespino y con ella empezamos a desplazarnos a pueblos de Valladolid. Volvía un poco sobrecogido, el paisaje de los alrededores de la capital es duro, muy desértico, era difícil encontrar un elemento que te rompa el horizonte, nos costaba mucho interpretar el paisaje, los pintores de intemperie ponemos siempre en el fondo un tope, pintamos contra algo, y en Castilla se pinta encima de algo. Teníamos que buscar aldeanos segando, los de la trilla, todo lo que estaba sobre la tierra.


Casi al final de su carrera empieza a vender pintura a los profesores para las semanas culturales vascas que se celebraban allí, hacía los carteles propagandísticos: “...llevábamos a gente muy importante de la cultura vasca (Caro Baroja, Andoni Cayero, Goyo Monreal, Xabier Lete…)...” El delegado del gobierno temía mucho a las letras de las canciones: “...no las entendían, no era su idioma, hacíamos unas traducciones muy peculiares para que pasaran la censura. El jefe de la policía, que ya nos conocía, decía: “¡Ustedes me están engañando!” No se fiaba. A aquellos actos acudían 600, 700 personas. Así que llegó a la conclusión de que para que no hubiera problema “¡Usted se queda aquí durante todo el festival, en comisaría, y si no hay problemas se va para casa!...”


Hace la mili en Sevilla: “...Coincido con un Catedrático de Historia del Arte, visitaba todos los museos con él, me empapaba de los artistas sevillanos, de su arte. Pinté en Sevilla en las orillas del Guadalquivir, y ahí es donde empecé a utilizar los cuadernos de viaje, que pinto a la acuarela, en los que hacía apuntes de los paisajes. A partir de ese momento, me acompañarán siempre! Tuve bien en cuenta todo lo que mi padre me enseñó para pintar en pie.”

Estando en la mili, trabaja como médico en la capital hispalense, más tarde, tras casarse, lo haría en La Puebla de la Barca, donde su esposa, también médico, consigue plaza: “...ejercíamos en la plaza de un médico, dos...” Tuve la experiencia de vivir en plena naturaleza. Eran médicos las veinticuatro horas del día; hacían guardia en pueblos que estaban hasta cincuenta kilómetros de distancia. Allí escribí y pinté mucho al natural.


Volvemos a Algorta y hago sustituciones hasta que me afianzo como médico en Berango. Estuve once años en esa población. Para entonces habíamos hecho unas tentativas de asociación artística llamada “Ateak Zabalik”, entre Potxo Onandia, Adolfo Martín y José Fernández; aún no teníamos sede y las reuniones las hacíamos en cualquier sitio. Hicimos una primera exposición con motivo de la inauguración del Aula de Cultura de la Plaza del Mercado de Algorta. José Fernández elaboró unos manifiestos para consolidar un colectivo que promoviese una especie de Escuela de Oficios, al estilo de la que hubo en sus tiempos. Así surgió el colectivo “Antzezaleak” del que fui presidente. Disponíamos de unos fondos muy precarios, gracias a los constructores hermanos Zabala de Andra Mari, que habían comprado el chalet del Doctor Diliz, de la calle Torrene, enfrente de la tienda de las Learra. Logramos tener nuestra primera sede. Es en ese momento cuando usaré las técnica de tintas a granel (Pinceles gruesos con mucha tinta) aplicándola directamente sobre el lienzo.


Se fue incorporando nueva gente: Iñaki Miro (Ceramista), Solana (Acuarelista), Rosa Calzada (+). Todos los años hacíamos una exposición en el Aula de Cultura de los miembros del colectivo. De Torrene pasaríamos a la Avenida Basagoiti, a la casa “Manene”. Lo bueno de los colectivos es que vas viendo a otros, lo que a ti en un óleo te lleva mucho tiempo, el acuarelista lo resuelve en veinte minutos: “...En el momento que me encuentro como pintor creo que he tocado todos los palos. Curiosamente mis primeros dibujos de paisajes son del cementerio de Getxo. Para el año 66-67 ya andaba por los cementerios, de tal manera que alguno decía que estaba totalmente loco. Cuando preguntaban a mis amigos dónde está Joserra, les decían !Estará en el cementerio!…, El cementerio tiene unas esculturas muy buenas. A la tumba de los Basagoiti le puedes estar dibujando desde veinte ángulos un año entero y no has parado...” Pintó muchos paisajes de Getxo: “...Al principio no quieres que la gente te vea, así que empece a ir a Areatxu, Kantarepe, Arrigunaga, Azkorri, y caseríos ya desaparecido como Sagutxune…, es raro el año que no me paso por Túnel Boka, la Salvaje, tomando apuntes...”


Como decía al principio otra de sus facetas es la de escritor. Escribe sistemáticamente, tanto en sus cuadernos sobre viajes como otro tipo de literatura. Pero quizá la que mejor se acerca a su mundo interior , es la que surgirá tras la llegada a Frúniz: “...Vinimos a vivir en 1988, y es aquí donde empecé a desarrollar un mundo mágico que posteriormente convertiría en un libro, que publiqué en el 2011 “Berroiales”. Este cuento surge a partir de nuestra llegada a la “aldea”. Queríamos criar a los hijos en contacto con la naturaleza, y una de las oportunidades que tenemos los que hemos sido padres , es que los niños te trasladan a un mundo que a medida que te vas haciendo adulto lo pierdes, pero que es rescatable, si pones un poco de atención, porque ellos te lo descifran perfectamente.

En la soledad de esta aldea, con las inclemencias del tiempo, sin calefacción. Todo esto estaba salvaje, eran todo huertas y había un molino enfrente de nuestra casa. El misterio de las nieblas, la noche y los animales del bosque, los jabalíes venían y nos levantaban la huerta. Vivíamos en plena naturaleza y se va desarrollando una magia que iba a dar lugar esta historia.


Me comprometí con mis hijos a contarles un cuento todas las noches, antes de dormir, siempre que se hubieran portado bien durante el día. Habíamos descubierto un mundo nuevo donde vivían esos personajes. A la vez que les contaba el cuento yo iba diseñando los personajes. Eran del tamaño de un palmo, ese mundo nuevo era la intimidad del molino abandonado. El molino aún funcionaba, el agua corría por su túnel, la antepara se llenaba de agua, las ruedas giraban en el mismo, en las noches de invierno surgía un misterio, les hice creer que allí se movían unos personajes, que cuando les mirábamos se escondían, mimetizándose con la vegetación del molino, porque tenían un color verdusco…”


Así el cuento iba avanzando, y llenaba las noches de invierno con la fantasía de aquellos seres, poco a poco su hábitat, sus costumbres, sus personalidades empezaron a surgir: “...De vez en cuanto oíamos un sonido, un !Chop! en el agua, que la gente dice que son ranas, pero nosotros sabíamos que eran ellos. En ese misterio de los helechos, berros, del agua cristalina, de este río Butrón que movía el molino, aún sin contaminar, lleno de kiskallus y truchas, existían nuestros personajes.

En él desarrollo un mensaje ecológico. Estos personajes sólo podían vivir de los berros, y estos solamente se dan en aguas puras y cristalinas, describo con ellos la solidaridad, el altruismo, la bondad y la alegría. Manejé estos cuatro parámetros, para que su civilización, son una tribu que vive bajo tierra, y el sito más seguro que habían encontrado para vivir era bajo los molinos y las ferrerías. En los demás sitios corrían riesgo porque se labran las tierras, se hacen entresacas de árboles, crece el bosque y las raíces les entran en sus viviendas. Tanto convivir con ferrones y molineros llegan a tener con ellos una comunicación invisible, de tal manera que el molinero sabe que existe un problema en la parte más íntima del molino que se resuelve sola, llevando unas velas a la iglesia y rezando unas oraciones, pero eran los “Berroiales”, quienes arreglaban aquellos problemas...”


De esta manera Joserra Elorriaga crea un cuento que como he dicho anteriormente publicaría más tarde. Entre estos sucesos aconteció un hecho lamentable y doloroso que le llevó a crear una de sus múltiples esculturas, quizá la más sentida, una fuente estanque en memoria de uno de sus hijos, que falleció en un accidente de tráfico: “...Le hice ese estanque que está sin terminar como él, está lleno de vida, con peces, su estructura nos recuerda algo sin terminar, y viene a ser una lágrima roja, el estanque tiene esa forma, orientada hacia una media rueda de molino, dirección norte-sur...”

Sus cuadernos de viajes, que mencionaba anteriormente, son una auténtica maravilla de relatos y dibujos, en los que independientemente de ver muchas piedras y paisajes, va reflejando los lugares por los que pasa, y que le sirven, como apuntes en el tiempo, para desarrollar alguno de sus cuadros: “...El cuaderno es una cosa más viva que la fotografía, te hace estar más tiempo saboreando los viajes, la foto es un resultado instantáneo, sin embargo, el apunte al natural recoge “un momento”. El cuaderno te pide al llegar a tu alojamiento, donde estés, un desarrollo, sus historias, sus colores, es una ilustración entera...” En ellos, de sus recuerdos de Algorta ha ido describiendo lo que era más singular del barrio, sus rincones, sus gentes y costumbres:“...Empieza por las escaleras del tximbito, los bloques, el farero, la grúa Titan…” En definitiva una mina para una historia del barrio, contada por uno de sus vecinos.


Respecto a sus últimas incorporaciones de técnicas pictóricas responde que: “...Constantemente estás ensayando, también salen materiales nuevos, por ejemplo hay un óleo al agua, parece una contradicción y, sin embargo, se puede trabajar con ambos elementos. Los empastes que se pueden dar a un cuadro para que adquiera un relieve y otros efectos especiales comprenden toda clase de productos y químicas. Siempre me pregunto qué harían aquellos artistas del Renacimiento con los materiales y utensilios de hoy día En definitiva nuevas técnicas que para los profanos es “hebreo”, pero que para este artista getxotarra es el pan nuestro de cada día, que se puede resumir en su frase de despedida: “…..Como en la vida estás aprendiendo continuamente...”. Pero sus acuarelas hablan de su apego a nuestras playas, a nuestros rincones, a nuestro Pueblo.


Hasta aquí una entrevista con un hombre polivalente (otros dicen polimata), médico, pintor, literato, agricultor, montañero y algorteño de pro. Quedan muchas cosas que decir en el tintero, pero así es Joserra Elorriaga, el de la “Campa del Muerto”.

2 comentarios:

  1. Aquí hay CREATIVIDAD, ARTE, PASIÓN, TALENTO... y mucho más.
    ¡¡¡ZORIONAK!!!

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