domingo, 25 de diciembre de 2016

EL CUENTO DE DICIEMBRE DE J.J. RAPHA BILBAO



Bajo el nombre de “La gata del abuelo se llamaba Audrey” J.J. Rapha Bilbao nos trae otro de sus fantásticos cuentos, recreado en la gata Audrey, que correteaba por las arenas de Arrigunaga, sujetada por el arnes, que los domingos de buen tiempo le ponía el abuelo, para jugar en la playa con las cáscaras de los mejillones. 

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martes, 20 de diciembre de 2016

YA ESTÁ AQUÍ LA NAVIDAD


Decían a mediados del Siglo XIX que: “...A medida que se acercan las fiestas de Navidad, la política pierde todo su interés, las noticias escasean y el tema obligado de la inmensa mayoría de las conversaciones es el pavo y los regalos que ciertos personajes en situación privilegiada van a obsequiar a senadores y diputados fríos, para entrarlos en calor..., ¡Vaya, parece que después de tantos años nada hubiera cambiado!...” Hoy los pobres siguen siendo pobres y los pudientes y más favorecidos esperan sus regalos, mientras otros no tienen ni para calentar sus casas. Ya va siendo hora de que el estado de estas cosas se revierta y que todos tengamos igual, o al menos, más equilibrado el derecho al reparto del pastel.

Y quizá parodiando los bertsos de Natxitua decir que en el aguinaldo de este año nuevo, muchos desearan que:

...daukanak ezdaukanari,
nik ezdaukat eta niri,
niri emoten eztostena
beti dabilela larri...”

...el que tenga a quien no tiene,
yo no tengo y a mi,
quien a mi no me diere
ande siempre apurado...”

Así, sin olvidar el pasado, pero deseando que el presente cambie. Como todos los años, llegada estas fechas que algunos celebramos y otros rechazan por diferentes motivos, no quiero dejar pasar esta oportunidad, sin desearos a todos que paséis unas felices fiestas de navidad, en compañía de vuestros seres queridos, sin olvidar a todos aquellos que por distintos motivos no puedan compartirlas con nosotros, o no tienen con qué celebrarlas.

En estos días comienzo otro de mis periodos vacacionales para dedicarlo a mi familia y sobre todo a mi nieta. Descanso que también servirá para preparar nuevos temas. Volveré con esas nuevas entradas el próximo día 9 de enero del 2017.


!ZORIONAK eta URTEBERRI ON!

lunes, 19 de diciembre de 2016

LOS PAVEROS Y EL AGUINALDO




Dos tradiciones asociadas a la navidad, los Paveros y el Aguinaldo, con un primer protagonista: El pavo, majestuoso animal del que Plutarco nos habla de la danza que Teseo bailó ante el altar de Afrodita y de Apolo, en Delfos, tras vencer al minotauro en Creta. En algunos años fue todo un símbolo de la llegada de las Navidades en Las Arenas y otros barrios de Getxo.

Al acercarse estas fiestas, ya desde la víspera, era frecuente ver la presencia de unos campesinos que provistos de un largo cayado, caña con la que conducían una colorida piara de plumíferos, de cabeza despejada con roja y larga papada colgante, piel rugosa que se extiende debajo del cuello, cual mocos tiesos, luciendo una poblada cola de brillantes colores.

La imagen del pastor a algunos se nos antojaba revestida de cierto aire casi marcial. Eran los Paveros que venían a Las Arenas en el Ferrocarril, desde Bilbao. Su ruidoso recorrido se iniciaba desde la estación, que entonces se encontraba en la confluencia de las calles Santa Ana, Mayor y Andrés Larrazabal, en plena Calle Mayor. Al salir de ella, iniciaban el cortejo por medio de dicha calle, hasta llegar a unos terrenos cercanos al Castillo del Marqués de Mac Mahon, a una finca situada cerca de la calle Novia Salcedo, cercana a la ría. El paraje, entonces abandonado, era un campa donde dejaban el rebaño para proceder posteriormente a su venta en las plazas de Portugalete y de Las Arenas. Los compradores, fundamentalmente eran familias pudientes y de Neguri, ya que el resto difícilmente podían adquirir esos manjares en la época que tenían que conformarse con el también navideño pollo, ya que este, entonces manjar, era servido en las casas en esas fechas y en celebraciones muy especiales.

Ver el desfile de los pavos por nuestras calles, era, como alguien decía al referirse a los solterones: “...!Vedlos...ahí van...siempre en manadas!...” No era de extrañar que a algún maestro local, extremadamente delgado, de aguileña nariz, alto y cari circunspecto, algunos mozalbetes le denominaran “El Pavero”, ya que los primeros y este último, blandían sus largas y duras cañas, uno para guiar a los pavos por las calles, otro para “guiar” a los distraídos alumnos en aquel frío jardín de la infancia, que eran nuestras escuelas en los años 50 del Siglo XX. Quizá, la denominación de “la edad del pavo”, no estuviera reñida con aquellos recuerdos de la infancia, ya que poco a poco íbamos viendo cómo, aquellos desfiles desaparecían de nuestras calles a la misma velocidad que nuestros cuerpos dejaban los rasgos infantiles para dar paso a ese desgarbo, todavía sin definir de la pubertad.

El pavo que ya aparecía en las mesas reales de Enrique VIII de Inglaterra en el Siglo XVI, no pertenecía a los alimentos que adornaban las mesas de los humildes de mediados del Siglo XX. En la tradición vasca era más frecuente la presencia de la berza, acompañada del pollo o capón, también del bacalao o besugo asado, aunque este último dependía de las posibilidades económicas, quizá por eso en algunas mesas se celebraba con canciones como:
Aza-olioak pil-pil
Bisigua zirt-zart
Gaztaiña erriak pin-pan!
Aia goxo-goxo, epel-epel
”.

Berza en aceite al pil-pil
Besugo asado
Castañas asadas
Papilla dulce-dulce templadas”

En el Hospital Hospicio, las comidas tradicionales de navidad consistían en: En la Nochebuena se servía en la cena berza con aceite, estofado de carne, merluza albardada, compota de manzanas, postre de turrón y a los ancianos café, copa y puro. Mientras que en la comida del día siguiente, se servía a los acogidos los siguientes platos: sopa de arroz, cocido de garbanzo y berza, carne, principio de chorizos y postre de turrón.

A pesar de que el consumo del pavo estaba limitado a familias pudientes, entre los dichos populares estaba la apreciación de que: “...El pavo vale a 5 pesetas, por eso el canto de un pavo es como el canto de un duro...” Durante algunos días aquellos animales eran cuidados con esmero !Qué poco imaginaban su triste final!, que cual leyenda de “Argos” iban a terminar decapitados. Y nuevamente había de transcurrir un año hasta la llegada de la glugluteante manada. La prensa local también anunciaba en sus páginas: “...la venta de una partida de pavos y pavas cebados y un reclamo de perdiz vivo...”

A principios del Siglo XX, el precio de alguno de aquellos alimentos causaría la envidia de los presentes: En 1931 en el Mercado de la Ribera, durante el tradicional mercado de Nochevieja, los precios fueron: Pareja de pollos, de 12 a 35 pesetas; conejos, de 9 a 20; pichones, 4,50; gallinas, de 20 a 22; kilo de costilla, a 1,75; de lomo, a 4,50; docena de chorizos, de 9 a 10; kilo de angulas de la Isla, a 40 y el besugo, de 4 a 4,75. !Quien los cogiera hoy en día!

Otra de las tradiciones era la del Aguinaldo que venía de épocas anteriores. Se atribuía a los tiempos de Rómulo y Tacio rey de los Sabinos en la antigua Roma de quien dicen que en el año 747, tras haber tomado un manojo de ramas en el bosque consagrado a la diosa “Strenia”, el primer día del año, autorizó esa costumbre, de la que partiría la costumbre del Aguinaldo. La palabra latina “Strenna”, derivada de la anterior, que significaba presagio, pasó tras la costumbre de simbolizar los presagios en regalos a celebrar al inicio del año una fiesta, en la que los pequeños romanos recibían de sus mayores unas serpientes de mazapán introducidas en pequeñas cajas que los niños utilizaban para guardar sus pequeños tesoros.


Tradición que tiene raíces en Francia bajo el nombre deA gui l'an neuf”, relacionada con el muérdago navideño. En la Edad Media la palabra se gritaba por las calles el primero de enero, fue utilizada para marcar la alegría de la población en el momento de la renovación del año. Por extensión el término “aguilaneuf” se aplicó a los regalos de un Año Nuevo.

Entre nosotros la voz en castellano de “Aguinaldo”, “aguilandos” o “estrenas” se vincula a obsequio o regalo y es asociada a estrenar, esta palabra tiene paralelismo con las del euskera “gabonkariak”, “gabonsariak”, “urtats” (primer día del año) y “urtets”. Todos ellas sinónimos de regalo de Navidad o del regalo que los acompañaba.

Años más tarde, durante las navidades, los peregrinos, mendigos, viajeros y menestrales ambulantes, tocaban a las puertas de las casas pidiendo hospitalidad y llamaron aguinaldo a los obsequios que recibían. Los niños y los adultos solicitantes del aguinaldo solían ir cantando de casa en casa, durante el siglo XIX y hasta mediados del XX, formando pequeños grupos que recorrían las casas de familiares, conocidos o adinerados, solicitando el denominado “Aguinaldo”. Las guitarras, zambombas, tamboriles y demás instrumentos, alegría de pequeños y tortura de grandes, daban aires con sus armonías a ecos que anunciaban los bailes y las canciones de la navidad. Tengo de esa celebración una de las historias que me contaba mi ama cuando era pequeño, con canciones, que una de las estrofas que cantaba decía:

...Aguinaldo rechilé
por la amor de San Miguel
San Miguel está en la puerta
con su carterita puesta.
Si nos dan o nos dan,
las puertas se le caerán
...”

Hay quien aseveraba que algún adinerado, poco amigo de dádivas, solía mascullar entre dientes, tras el paso de los pequeños por su casa, mientras acariciaba su preciada bolsa: “...juro no volver a dar mas aguinaldos...” pero asentía a continuación, probablemente deseoso de oír nuevamente a los pequeños cantantes: “...hasta el año que viene...” La palabra “Richelet” quizá estuvo ligada entre nosotros, a los depurativos que a principios del siglo XX se daba a los niños, que según decían en los anuncios ayudaba al crecimiento de los huesos; que decían podía suplir a aquel horrible brebaje, que era el aceite de hígado de bacalao.


Aunque quizá la letra más tradicional en nuestros lares de año nuevo sea la de:

...Urte barri-barri,
dekonak eztekonari,
nik ezteko-eta-niri,
ezpa-bere txarri-belarri...”

...Año nuevo-nuevo,
el que tiene al que no tiene,
yo no tengo y a mí,
si no oreja de cerdo...”


En los años 50-60 era frecuente ver, durante las navidades, a los guardias municipales que hacían servicio en la carretera general, junto al Puente Bizkaia, subidos sobre una pequeña plataforma, rodeados de regalos navideños que algunos donantes iban dejando junto a ella. También el Ayuntamiento repartía regalos a los niños de familias con escasos recursos económicos. Hasta aquí un paseo por los recuerdos de otras navidades.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

LOS PASTOS DE LAS CASTILLAS



La sequía, esa plaga que durante muchos años azotó las llanuras castellanas, trajo a nuestras laderas muchos rebaños de ovejas en agosto de 1868.

Durante la llamada “Edad Moderna” (1453-1789) los pastos de calidad fueron escaseando y se produjo en Bizkaia un cierre de filas frente a los llamados “ganados foráneos”. A principios del Siglo XIX, se acusaba a los pastores de ovejas de arrasar los pastos comunales. No solo quedaban ahí las acusaciones, ya que al parecer la picaresca hacía que algunos contrajeran matrimonios fraudulentos para poder acceder a los pastos. Incluso se llegaron a escriturar, por parte de hacendados, cabezas de ganado foráneo, como negocio. Esto devino en que la diputación tomara cartas en el asunto. En 1865 se realizó por parte de la diputación un censo de la cabaña ovina. Los baserritarras temieron que fuera el principio de un nuevo impuesto, por lo que los responsables provinciales del recuento necesitaron ayuda de la fuerza pública para realizar su cometido.
 
Ya en julio de 1867 el consistorio asignaba para pastos públicos de aprovechamiento comun, algunas zonas de la Galea, Baserri, Aiboa, Canteras, Gobelaurre, Arechetaurre y de la Avanzada. En 1868, la diputación solicitaba a los ayuntamientos que abrieran sus pastos y montes comunes a los rumiantes afectados por la sequía castellana. El día 20 de agosto de daba cuenta en un pleno municipal, de una circular remitida por la “Diputación General del Señoría de Vizcaya” el 13 del mismo mes, en la que solicitaba a nuestro consistorio que señalara los montes y pastos comunes en los que pudieran pastar “...los ganados de las castillas, a causa de haberse secado los pastos de su provincia...” El consistorio, después de tratar el tema con la Diputación, acordó que: “...existe en este Pueblo el pasto conocido con el nombre de “Galea” de unos 300.000 metros, y que linda con el mar cantábrico, y aunque es el único donde concurre el ganado de la mayor parte del Pueblo, el Ayuntamiento ofrece dicho pasto para que se pueda utilizar sin que perjudique la asistencia de los locales...”

No era este solamente el pastizal que utilizaban los vecinos de Getxo, ya que anteriormente, en marzo de 1868, se informaba de un contencioso con el Estado, sobre unos terrenos de pasto y juncales en “Cresalsu”, que dicha autoridad pretendía adquirir. En el acta municipal se hablaba de: “...un terreno juncal en el termino llamado Cresalsu, perteneciente a propios de esta Anteiglesia...” Tras deliberar el consistorio acerca de la venta al estado, seguía: “...como es el expresado terreno, como efectivamente lo es, de la clase de reservado para pasto y aprovechamiento común de los vecinos, cuyos juncos sirven y son empleados para convertirlos en abono vegetal; por cuyo motivo, y porque no es conveniente privar a los agricultores de un pasto del que se aprovechan dos utilidades diferentes, no puede este Ayuntamiento prestar su consentimiento para vender dicho terreno...” Terminaba su razonamiento diciendo: “...no puede vender dicho terreno, sin desatender el sagrado deber y la obligación que tiene de velar para que los bienes comunes, sometidos a su cuidado, no sean conculcados...” El ayuntamiento, en cualquier caso, trataba de dejar a salvo: “...para que en ningún tiempo, ni en ningún caso pueda perjudicarle la falta de claridad, respecto de este caso...” Recurrieron el asunto, pero en junio del mismo año recibían la contestación del Gobernador, con un escueto “No ha lugar”.


La venta de aquellos terrenos venía precedida por la llamada Ley Madoz de 1855, sobre bienes comunales, montes argomales de uso libre y gratuito para todos los vecinos, de los que se beneficiarían entre los años 1864 y 1876 quienes urbanizaron Las Arenas y Getxo.

No parece que los vecinos de Getxo estuvieran de acuerdo ni con la llegada de las ovejas foráneas, ni con la venta de los terrenos de pasto. Más tarde les tocaría el turno a los terrenos de la Galea. Estos datos han sido sacados de los libros de acuerdos de 1864-1868.

lunes, 12 de diciembre de 2016

MULTA A UN PUEBLO



Pocas veces se ha multado a todo un pueblo, incluido a su Ayuntamiento, una de esas agresiones sucedió en 1873, de la mano del Gobernador de la Provincia. Este hecho se desarrollo en el marco de la Segunda Guerra entre Carlistas y Liberales, durante la segunda fase de ese enfrentamiento armado. Y la sanción venía motivada por la ayuda económica prestada por el Pueblo de Getxo a uno de los Jefes Militares Carlistas D. Gerardo Martinez de Velasco.

Gerardo Martinez de Velasco fue el primer Comandante General Carlista de Bizkaia, había nacido en 1820, fue veterano de la primera guerra, y el único general que pudo mantenerse al mando de 1.000 hombres en armas, después del tratado de Amorebieta. En 1.874 contribuyo a la toma de Portugalete y al bloqueo y sitio de Bilbao.

Durante ese enfrentamiento armado, el “Comandante Carlista del Señorío de Vizcaya” D. Gerardo Martinez de Velasco, se dirigió al Ayuntamiento de Getxo, en un escrito del 1 de marzo de 1873, solicitando que: “...He manifestado en mi proclama que venia a defender la Religión, los fueros de este Señorío y los legítimos derechos del Rey D. Carlos VII, y que todos los vizcaínos estaban obligados a coadyuvar a tan santos fines...” Solicitaba como aportación para ayuda de guerra de 29.024 reales, para su pago daba de plazo 10 días.

Reunidos los vecinos el día día 5 del mismo mes declaraban: “...que esta pacifica anteiglesia no ha hecho armas contra nadie y que solo podían acceder a la orden cuando se le exija en la localidad el pago por medio de un Jefe con fuerza bastante, para que de este modo, salve el Pueblo su responsabilidad ante el Gobierno de Madrid y su delegado...” El recaudador nombrado por D. Gerardo Martinez de Velasco, se presentó en Getxo el día 30 de marzo con una importante fuerza Carlista y se le hizo entrega de la cantidad solicitada.

Gerardo Martinez de Velasco

No sería esta la única “contribución de guerra” que el pueblo de Getxo tuvo que soportar, por parte de los dos bandos contendientes, los Carlistas al mando del Sr. Velasco y los Liberales al mando de D. Cosme de Echevarrieta, durante el mes de mayo, unos llegados de Munguia y los otros de Bilbao, hicieron acopio de víveres, vino, cebada y calzado para sus guarniciones. Las entregas de dinero se sucedieron con anterioridad y durante los siguientes meses. El día 30 de enero de 1873 se daba cuenta de la circular remitida por al Diputación General el 21 del mismo mes, era el bando Liberal el que requería: “...se reúnan los Pueblos en las cabezas de distrito para acordar el modo de facilitar las raciones a las tropas en operaciones contra los Carlistas...” El 16 de septiembre era el turno del bando Carlista, la cantidad entregada a estos era de 3.997 reales. Las prohibiciones también estaban a la orden del día, el 11 de diciembre del mismo año la jefatura Carlista del distrito de Munguia daba orden, al barquero de la ría D. Antonio de Mendieta, de que sus pendiera el paso a la “Rebelde Villa de Portugalete”.

Como consecuencia de aquella contribución al bando Carlista, el Gobierno de Madrid, a través de su Gobernador de la Provincia, imponía el 12 de abril de 1873 una multa a todo el pueblo de Getxo, por el mismo importe de las aportaciones que se habían realizado al Jefe Militar Carlista D. Gerardo Martinez de Velasco,

El Ayuntamiento y vecinos recurrieron al gobierno de la provincia alegando que: ...nos habíamos visto forzados a prestar la ayuda por la presencia militar...” Usaban el argumento del 5 de marzo, en el que decían: “...salve el Pueblo su responsabilidad ante el Gobierno de Madrid y su delegado...” Pero el delegado del gobierno no aceptaba las escusas ni las dilaciones, y exigía: “...que de cumplimiento a su orden, procediendo al reparto o derrama entre los vecinos para hacer efectiva la multa impuesta...” Amenaza con aplicar un recargo por el retardo, y en aplicar con severidad la ley. Para poder cumplimentar aquella multa el Alcalde D. Jose de Mandaluniz convocó a todos los vecinos a Junta General realizándose, como era costumbre, aviso personal a todos los domicilios.

El 15 de abril de 1873 se reunían en Junta General los vecinos de Getxo, que como se recogía en el acta: “...todos los vecinos que acostumbran concurrir a otros actos similares...” El Alcalde expuso a los vecinos el objeto de aquella junta, que no era otro que tratar sobre la multa gubernativa, y el contenido de la carta remitida por el gobernador: “...he acordado prevenir a usted que den cumplimiento a mi orden de derrama o reparto entre los vecinos para hacer efectiva la multa impuesta..., o de ser tratados con todo el rigor de la ley...” Además añadía: “...En vista de la incalificable conducta observada por la mayoría de los vecinos de esa localidad, por la parte activa que han tomado en la recaudación de la derrama o reparto impuesta por el cabecilla Velasco..., y por la actitud contraria de varios vecinos a hacer efectivo el pago impuesto por mi autoridad...” Los vecinos, que se negaban a pagar, recordaban al gobernador, la oposición que hubo por parte de todos para entregar aquellos 29.024 reales al cabecilla Velasco: “...que para hacerlos efectivos tuvo que sacarlos por la fuerza armada, que se presentó en numero considerable, ejerciendo como sucede en esto casos la coacción..., por lo que no consideran justa la multa impuesta, por una entrega hecha a la fuerza...”

En una nueva junta celebrada el 23 de abril, se exponía que no era justo que se penara con mayor cantidad a los que no asistieron a la anterior junta y que se excusara de su pago a los pobres de solemnidad. En la misma recordaba D. Juan Ramón de Cortina: “...que era costumbre desde tiempos inmemoriales, que toda contribución vecinal, con cualquiera denominación que tuviese, fuera girada a los repartos según la posición de cada vecino, a cuyo efecto las listas vecinales están clasificadas según la posesión de cada vecino...” Parece que el numero de clases de poseedores ascendía a siete. Se nombró una comisión para hacer efectivo aquel cobro.


Las campana como arma de aviso de la llegada de las partidas de uno y otro bando, parece que también estaba penado con multas, ya que en ese mismo año, era el cabecilla Gorordo quien conminaba con la multa de 10.000 reales al Ayuntamiento de Getxo si daba cumplimiento a la orden del general Nouvilas acerca del toque de campanas, !Apurada era la situación del municipio ya que si mandaba replicar, palos, y si deja de repicar también!.

No existen referencias a si finalmente se satisfizo aquella multa, lo que si quedo en el sentir vecinal, fue la injusticia de la misma. Pero si se vislumbraba en el fondo, la picaresca de los vecinos, en la que unos de forma voluntaria y otros a regañadientes, trataron de esquivar la multa, recurriendo al clásico: “...esta pacifica anteiglesia no ha hecho armas contra nadie...” Y no les faltaba razón. Todos estos datos están sacados de los libros de actas de 1873.


jueves, 8 de diciembre de 2016

EL PUENTE DE LAS LAVANDERAS



El puente de las lavanderas, así llamado, era la pasarela bajo la que las mujeres de Romo y Las Arenas hacían la colada. Estaba situado cerca del puente del ferrocarril de Las Arenas a Plentzia, frente a las escuelas de Romo, fue construido en terrenos de Matias Romo, propietario de la Vega de Santa Eufemia, que sí era como denominaban en esos años a la Vega, para acceso a sus propiedades. La construcción de dicho puente fue autorizada por el Ayuntamiento de Getxo a condición de que fuera de uso público. No fue el único puente con lavadero público del municipio, pero eso es otra historia. Ese puente y lavadero, fue uno de los elementos urbanos que provocaron conflictos, de forma continua en el barrio de Las Arenas. El principal responsable de aquella discusión no fue otro que el terrateniente de quien el barrio tomó nombre (Romo).

Dicho hacendado causo problemas con sus vecinos al poco de construirlo, ya el 15 de septiembre de 1898 aparecía recogido en el libro de actas municipal los siguientes hechos: “...los vecinos habitantes de la Vega de Santa Eufemia, radicante en el barrio de Las Arenas de esta anteiglesia, manifiestan haber sido cerrado con pared a cal y canto por D. Matias Romo, el paso público que ha existido en dirección del río Gobelas, cerca del puente del ferrocarril...” A esa queja se sumaba el vigilante de obras municipal, quien afirmaba que las reclamaciones de los vecinos eran ciertas. Las mismas disposiciones municipales, indicaban que el paso de servidumbre a lo largo del río debían de respetar una anchura libre de paso de al menos tres metros.


El Ayuntamiento de Getxo envió un oficio, al anteriormente indicado hacendado, ordenándole que: “...dentro de los ocho días, a lo más tardar, contados desde el que este acuerde, se le comunica que deberá quitar la cerradura de la pared, dejando libre la circulación por los margenes del citado río...”

Años más tarde aquel problema seguía enquistado, y el 13 de septiembre de 1901, otras reclamaciones venían a unirse a las anteriormente citadas. Una cerradura seguía impidiendo el paso en la Vega de Santa Eufemia, a través del cauce del rio Gobela. Esto, llevó nuevamente a varios vecinos a presentar un requerimiento ante el Ayuntamiento de Getxo.

Como ya decía al principio, sus terrenos ocupaban parte de esa vega, y había colocado un candado en la puerta que daba acceso al cauce del río, la cual impedía el paso por el lateral del río, a pesar de que el Ayuntamiento de Getxo le había ordenado que debía de dejar expedito aquel paso. No parece que Matias Romo estuviera de acuerdo y solicito al ayuntamiento practicar un deslinde, el cual se realizó el día 6 de octubre de 1901. A dicha operación asistieron el arquitecto municipal y el procurador del Sr. Romo, Sr. Vega Bilbao, dejando el terreno tal cual estaba, cerrado al paso de los vecinos.

En aquel conflicto intervino también el Gobernador Civil, ordenando que se suspendiera todo procedimiento, y se le cursara un informe del conflicto. La Alcaldía, recordó al Gobernador que con fecha del 10 de octubre de 1898 ya le habían sido enviados los acuerdos municipales, referidos al paso solicitado por los vecinos, y manifestándole que a pesar del tiempo transcurrido: “...hasta el día de hoy 18 de mayo de 1901 no se ha tenido noticia alguna...” El consistorio envió un escrito al Ingeniero Jefe de Obras Publicas de la provincia, solicitando se tomara en consideración el acuerdo tomado por la autoridad municipal, ya que aquel paso era necesario para los vecinos.

El conflicto lejos de solucionarse se agravó, ya que Matias Romo para presionar a los vecinos, solicitaba dos años más tarde, el 22 de junio de 1903, que regulara el paso de los carros por un puente que se había construido en su propiedad de Santa Eufemia; “...ya que las excesivas cargas que, en carros vienen pasando por el puente de mi propiedad, de 2.000 a 2.500 kilogramos de resistencia, siendo de paso público, bien pudiera venirse a bajo ocasionado alguna desgracia...” Y planteaba que por el mismo solamente transitaran: “...personas, caballerías y carros de mano...” El consistorio, finalmente, adoptó una solución salomónica, estableciendo que, por el citado puente, no pasaran carros cuya carga fuera superior a los 2.500 kilogramos. Para ellos colocó rótulos indicadores sobre el puente.


Bajo el mismo, era frecuente ver a las vecinas de Romo lavando sus ropas, mujeres arrodilladas sobre las pilas de cemento, tablas de lavar o raspador, donde restregaban con sus propias manos y jabón, de grasa animal, o bien sosa mezclada con grasa que sobrante de la matanza del cerdo, sus viejas y raídas ropas, que a veces era blanqueada con la cenizas del hogar, también la solían añadir añil (una pasta que se elabora macerando los tallos y las hojas de ciertas plantas) para blanquear la ropa. Luego llegaría aquel !Bendito jabón Chimbo!, que fabricara la “Jabonera Vizcaina” en el barrio de Zorroza, del que se decía: “...Lava bien y cunde mucho...” En aquellos lavaderos más de una mujer rompió aguas, mientras lavaba sus ropas, y con el balde sobre la cabeza, justo llegó a tiempo de dar a luz, !Eran otros tiempos!.

La colada era transportada desde casa al río, por las mujeres, que anteriormente habían dejado a remojo en grandes baldes de cinc, los cuales transportaban sobre un rodete (trapo o una toalla) a la que denominaban “solkixa”, que era colocado sobre la cabeza para amortiguar el peso y la dureza del balde. La ropa ya lavada, se colocaba en la rivera del río, sobre la hierva, para que el sol se hiera cargo de su secado. Todo tenía sus rutinas, se separaba la ropa blanca de la de color, también la de lana, algunas como las de color o lana requerían un proceso de lavado hasta dos o tres veces.


Lejos quedan aquellos lavaderos públicos, como el que existía en el cauce del Gobela a su paso por las calles Ibaigane o Salsidu, pero esto sera tema a tratar en otra entrada. Algunos puentes del Gobela fueron desapareciendo poco a poco, como el de Matias Romo, pero aún quedan algunos en la Anteiglesia de Getxo.


Estos datos están sacados, entre otros, de los libros de actas del Ayuntamiento de Getxo: Expedientes Código 1.2.0.7 Signatura 4476-2 y Código 1.2.0.7 Signatura 3191-1.

lunes, 5 de diciembre de 2016

EL CUENTO DE NOVIEMBRE DE J.J. RAPHA BILBAO



Ya está entre nosotros, tarde como siempre, el cuento de noviembre de J.J. Rapha Bilbao, VIDAS EJEMPLARES.

Con la gracia que le caracteriza, nos cuenta la historia vivida de Moncho y Ramona, dos hermanos pertenecientes a una familia de “vida ejemplar”. Y aunque sus cuentos, no son siempre simétricos, como los hermanos, hay que tener ingenio para crear la probeta que lleva a la concepción de la fábula, pero para eso, como escribe al final del cuento, es necesario estar presente mientras tu hijo está siendo concebido. Hay escritores que son así.

Que lo disfrutéis como lo he disfrutado yo !Merece la pena!.

jueves, 1 de diciembre de 2016

BAÑOS DE MAR BILBAINOS



Baños de mar, lúdica moda que surge de manos de la familia de Máximo Aguirre, tras el fallecimiento del patriarca en 1863, que en su día recibieron el nombre de “Baños de Mar Bilbaínos” (1869) y que sería regentado por D. Andres Tuffli, D. Andres Larrazabal Telleria con su esposa Dña. Petra Silleiro Giri y Mr. Wolf. Estuvieron situados en la zona que hoy ocupa el “Club Marítimo del Abra”. 

No fue el único establecimiento de esa clase, que se asentó en Areeta-Las Arenas, pero sí el más afamado de la época. Junto a él, en la misma playa, estaba el de la familia de D. Ángel Urresti (finales del siglo XIX). Los baños de mar tuvieron en esta localidad varios impulsores, entre ellos los ya citados con anterioridad y el de Dña. Felipa Bustingorri (1888). Los baños de mar calientes “Las Delicias” (1900), situados en la calle Urquijo de Areeta-Las Arenas, propiedad de D. Angel Urresti. Todos ellos fueron frecuentados por lo más selecto de la burguesía bilbaina, madrileña y a la aristocracia.


Pero ciñámonos a la desembocadura de la ria, que hasta mediados del Siglo XIX había estado formada por vegas bajas, marismas y juncales de titularidad comunal, charcas y fangales inútiles para la agricultura y perjudiciales para la salud, que la marea cubría con sus aguas en las pleamares. Por las que tan solo transitaba el rio Kresaltzu ó Gresalchu (Gobela). Rio del que se decía: “...Rio Gobela, el que según se ha observado es el motor principal de la formación de la Barra por las arenas que arroja y se acarrean por las corrientes que siguen lo largo...”


Aquella extensa área, antaño difícil de cruzar, que dificultaba la comunicación con Algorta y el resto de Getxo, se iba a convertir en vegas de cúltivo y grandes pinares. La familia de D. Máximo Aguirre, aprovechando la desamortización de Mendizabal, adquirió una enorme superficie de terrenos, la mayor parte de ellos marismas, arenales y dunas situadas entre el río Udondo y la Avanzada, con distintas iniciativas, llevaron al desvío del río Gobela. Al urbanizar aquella vega, se crearía una nueva urbe Areeta-Las Arenas y como consecuencia de ello, vería la luz su afamada casa de “Baños de Mar Bilbainos”. Y lo hacía en medio de los aplausos de la prensa madrileña, el diario “El Liberal”, titulaba en su cuarta pagina del 16 de julio de 1870: “...Inauguración de Baños de Mar Bilbaínos en Las Arenas...” Los elogios que el público y la prensa habían tributado s este magnífico establecimiento lo calificaban como el primero de España y lo comparaban con los mejores del extranjero, decían: “...Se ha confiado su dirección al acreditado fondista D. Andres Tuffli...” 


El establecimiento estaba formado por tres grandes edificios, unidos entre sí por galerías. El tranvía llegaba hasta la puerta de entrada. Estaba rodeado de fondas y chalets. Según una descripción que realizó D. Jose Gil (cirujano mayor del Hospital Civil de Bilbao) en 1879, en su capitulo VII, destinado a “Arenas de Lamiaco”, en la “Guía hidrológico-Médica de Vizcaya”, decía del mismo que estaba formado por: Un pabellón central denominado “El Casino” y dos laterales denominados “Algorta y Portugalete”. Este último fue ampliado en 1883, elevando un piso su altura, pasando a tener tres pisos. Fue en diciembre de ese mismo año, cuando se sacó a subasta las obras del camino que conducía del Balneario hasta la Ermita de Santa Ana. En 1884 se instaló en el pabellón “Portugalete” el servicio telegráfico.

El pabellón central denominado “El Casino, era el más elevado, disponía de 32 dormitorios, contenía el salón de social, comedor, sala de billar, curiosamente decían disponía también de un salón para “Juegos Lícitos”, gabinete de lectura, habitaciones amuebladas con el mayor lujo y una terraza que miraba al mar. El pabellón Portugalete” disponía de 52 dormitorios. El pabellón “Algorta” disponía de 36 dormitorios, un comedor principal con capacidad para 200 personas y dos comedores más pequeños. Ambos estaban adelantados hacia el mar disponía de un espacioso salón de descanso: “...con bueños cuartos donde desnudarse y tomar baños templados y chorros...” Existía un pabellón adosado que disponía de capilla, salas de juegos, cuarto de plancha, deposito de muebles, cuadras, cocheras y dormitorios para el servicio. Los precios de las habitaciones eran de 30 a 34 reales por persona, incluida manutención; y las habitaciones especiales, de mayor lujo, de 40 á 50 reales.


El edificio tenía dos fachadas, una que miraba al mar y otra a la carretera. La que miraba al mar era descrita de la siguiente manera: “...tiene en medio un terrado poco elevado desde donde el bañista contempla este inmenso piélago y respira la fresca brisa...” A decir del autor era una de las estancias más agradables del balneario. Disponía también de sala de esgrima, 3 bodegas, y 3 cocinas. La que daba a la carretera disponía de columpios para los niños y juegos de rana, tenía en su frente un jardín inglés con abundante vegetación y arbolado,: “...en la que el bañista sentado a la sombra pasa algunos ratos del día...” Dos egregias estatuas presidían aquel balneario en su frente de la playa. Estaban situadas sobre el murete que separaba las instalaciones balnearias de dicha playa, ambas eran de mármol blanco, y descansaban sobre unas pilastras que sobresalían del muro, estaba colocadas a ambos lados el edificio principal.


Dichas esfinges fueron ofrecidas por D. Ramón Coste, presidente de la sociedad “Club Náutico del Abra” (Club Maritimo), al Ayuntamiento en junio de 1903. Para entonces el edificio balneario había pasado a ser propiedad de esta última sociedad. El Sr. Coste explicaba su oferta con los siguientes argumentos: “...al no tener objeto en aquel lugar por la transformación del edifico, la sociedad ha resuelto donarlas al consistorio...” El deseo del Sr. Coste era que quedara expresamente recogido en el acta del pleno, que la cesión de las estatuas se hacía por parte de D. Enrique Aguirre y sobrinos, antiguos propietarios del balneario, para ser colocadas en un punto de Las Arenas. Al parecer, cuando el responsable municipal paso a revisarlas y curso el informe de su situación, lo hizo indicando que las mismas estaban deterioradas, por lo que el consistorio declinó la donación. 

La temporada de baños empezaba el 10 de julio y terminaba oficialmente hasta el 30 de septiembre, aunque era habitual que aún permaneciera abierto durante el mes de octubre. Durante el tiempo que permanecía abierto tenía para su clientela servicio de correo diario, telégrafo y se recibían los principales diarios. El servicio de hospedaje corría a cargo de los señores Wolf y Larrazabal, que contaban con un jefe de cocina, cuya escuela había sido la corte, dos ayudantes, treinta doncellas y dos cocineras especificas para los platos del país. Además de un esmerado servicio de lavandería, costura y plancha.


En la prensa madrileña de julio de 1878 se podía leer en cuanto a sus servicios: “...En este establecimiento de Las Arenas el afamado fondista Mr. Wolf, cuya mesa se cita hoy entre las mejores de España, en su afán por hacer agradable la estancia de sus huéspedes ha Introducido la gran novedad de alumbrar el jardín del establecimiento, que ha quedado convertido en un delicioso paseo nocturno, durante las noches que no se celebran bailes ni toca la música. No satisfecho con esta mejora, el inteligente fondista proyectaba la construcción de un teatrito en el que se representaran comedias y zarzuelas con objeto de amenizar aún más las soirées de los Baños de Mar Bilbaínos...” 


Este era un lugar donde, como decía anteriormente, se alojaron durante la estación estival las familias más distinguidas de la Corte y del interior de la península. Tenía capacidad para más de 200 clientes, disponía de hermosos salones, corredores y zonas ajardinadas, protegidas del viento marino. Disponía de salón de baile y otros destinados a biblioteca, en la que se podía disponer de prensa nacional y extranjera, también tenía espacios dedicados al restaurante para 200 cubiertos, gabinetes particulares, sala de billar, sala de armas y gimnasio. El juego de «crokett» en la playa, era parte de sus atractivos, los paseos a pie, a caballo y en carruajes, las carreras a caballo y en asnos por la playa, permitían a los acomodados bañistas tener todas las distracciones que hacían de sus instalaciones, una de las más atractivas de todo el litoral.

Los gabinetes de baños disponían de pilas de mármol, para el disfrute de “baños templados y calientes” de agua dulce o marina, también se podía disfrutar de baños de algas marinas, salvado y mostaza. Sus salones eran frecuentados por gentes de aspecto “gomoso” que hacían ostentación de sus mejores galas, de amplios y atusados bigotes, personajes, afectados, de voz hueca, que hablaban de todo y de nada. Además disponía el establecimiento de un servicio propio de castas de baño movibles, conocidas como “de las de Ostende”, las cuales eran conducidas hasta la orilla de la playa por un tiro de animales.


Entre los ilustres huéspedes que acudieron a los “Baños de Mar Bilbaínos”, en 1881 se citaban, entre otros, a los siguientes señores: Francisco Dumont, Martin Ojanguren, Luis Villabaso, Tomas Lopez Doriga, Maria Urcullu, Jose Guardamino, Andres Aguirre, Josefa Aute de Hoppe, Carlos de Enterria, Catalina Usera, Escolástica Salazar, Marquesa de Selva Alegre, Capitán General Moltó, Carmen Gomucio, Lepoldo Moyua.

Pero en la época, no todas la creencias eran bien recibidas, ya que en abril de 1883, un pastor protestante y su esposa, allí alojados, pretendieron dar un baile en el salón del Balneario, permiso que les fue denegado.

El tranvía eléctrico (1881) y el ferrocarril (1887), promovido por los Aguirre, vino a dar servicio a aquel balneario, junto a lujosos carruajes, vapores y ómnibus, que partían desde Bilbao hacía la lujosa población arenera. Los carruajes de un solo caballo, aptos para dos personas, costaban por cada hora de carrera 0,50 pesetas; los de dos caballos, aptos para tres o cuatro personas, costaban por cada hora de carrera 2,50 pesetas.

Durante la segunda guerra carlista, el balneario sirvió como acuartelamiento de las tropas del Gobierno, durante más de seis meses. La llegada de aquellos militares provocó la perdida de gran parte del arbolado, y dejando maltrechos los espléndidos jardines, en los que lucieron emblemáticas estatuas de inmaculado y blanco mármol. Tras finalizar la última guerra carlista en 1876, el gobierno se vio obligado a indemnizar a los propietarios con cerca de 100.000 reales. En 1884 una orden general de la plaza de Bilbao, de primeros de agosto, conservada por el Cuerpo de Miñones, se comunicaba la reducción del precio de los baños de mar calientes en el balneario a los enfermos de la clase de tropa, así como el de los servicios de casetas de la playa de Areeta-Las Arenas para todo individuo de tal clase; el encargado de dar asistencia facultativa a aquella tropa fue el medico militar D. Ricardo Pérez y Rodríguez. Los servicios de baños de mar calientes, durante las dos últimas décadas del Siglo XIX, fueron ofrecidos para los pobres de la villa bilbaina, repartiendo tarjetas de baños templados a los más necesitados.

HOTEL ARAMBERRIA

A su lado fueron apareciendo nuevos negocios balnearios, algunos instalados directamente sobre la playa, se multiplicaron los centros de reunión y de esparcimiento: fondas como “La Napoleona”, “Cecilia”; hoteles como el “Aramberria” o el “Antolin”; casas de baños calientes como el de los “Urresti” y salones de recreo como el de “Santos Larrazabal”, construido en un terreno de su madre Dña. Felipa Bustingorri; restaurantes como el “Lazurtegui” que disponía de pastelería, y estaba junto a la estación del tranvía, cerca del “Hotel Antolín”.


La playa de Las Arenas, antes amenazada por la fuerza del mar, veía sus últimos días de esplendor, a partir de 1895, la actividad turística de Las Arenas entró en una rápida y definitiva decadencia. Los precios oscilaban, contando con la comida, entre las 7 y 10 pesetas diarias. Pero ante los embates del mar, que en numerosas ocasiones dañaron algunos de los establecimientos balnearios, entre ellos el de la familia Urresti, se vio la necesidad en 1889 de proceder a la construcción del puerto exterior. Ello, junto a la construcción del muelle de Portugale, provocó un desplazamiento de las corrientes, que poco a poco fueron socavando la playa de Las Arenas, y el balneario de los Aguirre, antaño promotor de un estilo de vida, probablemente inspirado en la mejor tradición británica, veía llegar su desaparición en 1898. Su espacio iba a ser ocupado en 1903, por el Club Marítimo del Abra. Las instalaciones balnearias se trasladarían a Algorta, a la playa de Ereaga, al establecimiento balneario de Igeretxe, en 1912.

Estos datos han sido obtenidos: Los relativos a las estatuas del Archivo Municipal de Getxo expedientes: (Código 1.2.0.7 Signatura 3191.1, del libro de actas de 1902-1904, paginas 237-238). Y los relativos a la descripción de las instalaciones de los libros de viajes de D. Mariano de la Torre de 1878 y de la “Guía hidrológico-Médica de Vizcaya” del cirujano mayor del Hospital Civil de Bilbao D. Jose Gil DE 1879.