lunes, 7 de septiembre de 2015

CAPITANES Y PILOTINES DE GETXO



La formación de pilotos desde el siglo XVI estaba bajo control de la Casa de Contratación de Sevilla, básicamente dedicada a la formación de pilotos de la Armada.

El intenso tráfico marítimo comercial mantenido entre el estado y las colonias de ultramar, a lo largo de la Edad Moderna, requirió de una gran infraestructura logística de barcos y del elemento humano necesario para integrar las tripulaciones de sus navíos. La formación de los pilotos asigna dos a los buques que transitaron las rutas atlánticas, se convirtió en un problema de Estado, dada la importancia del grado de preparación de estos profesionales a la hora de hacerse a la mar.

La carencia de pilotos para la flota mercante se puso de manifiesto al liberalizarse el tráfico con América. En 1778 se promulgaría el reglamento de Libre Comercio con los puertos Americanos, lo que favoreció el nacimiento de escuelas de Náutica. La escuela de Náutica de Bilbao, anterior a esta liberalización, se crea a mediados del Siglo XVIII, por iniciativa del Señor de Bizkaia, la Villa de Bilbao y su Consulado, mediante un decreto del 31 de Octubre de 1739. Las Ordenanzas de la Universidad y Casa de Contratación de la Noble Consulado de Bilbao de 1737, refiriéndose al oficio de Pilotos, decía en capitulo 24, nº 3: “...Ninguno podrá ser recibido en adelante por tal Capitán , Maestre, o Patrón, sin que haya navegado antes seis años, los quatro de Marinero, y los dos de Piloto, y que antes de empezará mandar Navio, Pudiendo acontecer, que un Marinero se haya dedicado a estudiar, y practicar el Arte de Pilotage, sin el titulo de tal, sino de mero Marinero, le ordena, que los de esta calidad, como hagan constar por Certificación de Capitanes, y Pilotos, haver llevado en algunos viages su punto, y diario formal de los rumbos, durante dos años, y navegado en el todo seis...”.


Y es en ese contexto cuando adquiere gran importancia la formación de pilotos y de sus diferentes titulaciones, para la tripulación de las naves. La Escuela de Algorta (Puerto Viejo), estuvo situada en la antigua Ermita de San Nikolas, que había sido construida en la década de 1650-1660. Al cerrarse al público el 2 de julio de 1863, la Cofradía de Mareantes pidió permiso al Obispo para convertirla en Escuela, lo que les fue concedido el 4 de enero de 1868, pasando a ser de propiedad Municipal el 10 de noviembre de 1879.

Allí se instaló la primera Escuela de Náutica, cuando la Cofradía de Mareantes, una vez desaparecidas las actividades de lemanaje, llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento, a cambio de traspasarle el cobro de los impuestos que hasta entonces gestionaba por su cuenta la Cofradía. Dentro de la misma se impartieron los títulos que los pilotos requerían para la navegación (Pilotín, Piloto de primero y segundo grado) titulaciones necesarias para quien quisiera dedicarse a la profesión marinera y a la tripulación de barcos.


Respecto de la funciones de estos, en las ordenanzas de la ilustre universidad y casa de contratación de la M.N. y M. L. Villa de Bilbao de 1737 y 1814 se puede decir lo siguiente:

Capitán, maestre o patrón de navío, era aquella persona que siendo dueño propietario del buque, lo mandaba y gobernaba en los viajes que se le ofrecían; o que no siendo tal dueño, otros que lo son del casco y aparejos, le eligen y nombran por tal maestre, capitán o patrón , para que en su nombre gobernara y mandara el navío, con facultad de disponer de él y sus aparejos, como si realmente fuese tal dueño en propiedad.

De el se exigía: “...debe ser hombre conocido, prudente y práctico en la navegación, leal, de buenos procedimientos, que sepa leer , escribir y contar, para dar puntual cuenta y razón, así del navío y sus aparejos, como de las mercaderías que se cargaren en él, y gobernarse con prudencia en los casos y cosas que pudieren ofrecérsele en sus viajes, así en tiempos de paz, como de guerra...”.

Respecto a sus practicas de navegación se decía: “...Ninguno podrá ser recibido en adelante por tal capitán, maestre o patrón sin que haya navegado antes seis años, los cuatro de marinero y los dos de piloto, y que antes de empezar á mandar navío sea examinado con comisión de Prior y Cónsules por las personas prácticas que para ello nombraren, y bailándolos hábiles y capaces, se les podrá dar el título de tales...”.

Para hacerse a la mar debía de: “...Para resolver el salir al mar deberá todo capitán o maestre tomar consejo de su piloto y contra-maestre, y con su dictamen disponer y mandar lo que convenga....”.

Piloto de un navío era el segundo oficial del buque, e inmediato al capitán, a quien por ausencia o enfermedad de éste toca mandar y gobernar en todos tiempos, en los viajes, rumbos y derrotas para donde navegare hasta conducirle al puerto de su destino.

Al igual que a los capitanes se le exigía: “...Deberán ser para el tal oficio de piloto hombres prudentes, conocidos, discretos y de buenos procedimientos, estudiosos, prácticos y muy hábiles en el arte de navegar, por haberse de fiar de su prudencia y destreza del navío y su carga en cuantos viajes se hicieren bajo de su dirección; de que se sigue que hayan de saber con precisión leer, escribir y contar, en cuanto sea necesario para el mejor cumplimiento de su obligación...”.


En cuanto a sus practicas de navegación se decía: “...Ninguno podrá ser admitido al oficio de piloto de navío sin que primero haya estudiado el arte de navegar teóricamente por lo menos durante seis meses con persona hábil y capaz , de quien deberá exhibir certificación, y practicádolo dos años en diferentes viajes, y que en ellos haya llevado su punto y rumbo: y mediante que esto puede acaecer antes ó después del estudio de la teórica, y con capitanes y pilotos diversos ya examinados, en este caso deberá también traer certificación de ellos; con cuyos requisitos cuando cualquiera intentare obtener título de tal piloto deberá acudir ante Prior y Cónsules, para que, siendo examinado por la persona o personas que nombraren, pueda dársele...”.

Respecto a sus obligaciones en la navegación: “...En cualquiera viaje ha de ser del cargo del piloto del navío llevar a bordo las cartas de mar, compás de marcar, corredera con su naveta y minuto, y demás instrumentos concernientes a su ejercicio, así para tomar la altura del sol, como para enderezar y saber el rumbo en que lleva su navegación; y siempre que conviniere mudarle por vientos contrarios, por cercanía a costa de otros motivos, deberá dar cuenta al capitán para que conformándose con su dictamen ejecute lo que le mandare; pero si el capitán por poco experto ó por otro mal fin contra la opinión del mismo piloto y demás oficiales le quisiere obligar a pasar bancos u otros parajes y rumbos peligrosos y conocidamente contrarios; en este caso deberá reconvenir sobre ello el piloto al capitán en presencia de los demás oficiales y equipaje, para que siempre se pueda justificar; pues de cualquiera accidente contrario serán de cargo del capitán los daños y menoscabos que se siguieren...”.

Pilotín era el nombre que se daba al principiante o aspirante a piloto. Servía en los buques como ayudante del piloto. Respecto de estos no se encuentra la descripción de sus funciones, salvo la referencia de las normas del Consulado de Bilbao: “...Asimismo será de la obligación de capitanes o maestres atender y observar si cada uno de los de su equipaje cumple con lo que es de su cargo, para de lo contrario reprenderlos y obligarlos a la puntual ejecución de lo que les tocare; y todos los días a la hora de medio día, y en todas las demás que convenga , juntará al piloto y pilotines y demás principales oficiales que sean expertos en la navegación para conferir con ellos sobre las alturas y rumbos de su viaje...”.



Existieron tres clases de pilotos: primeros, segundos y ayudantes o pilotines, que habían sido establecidas en 1783, se mantuvieron hasta la Real Orden de 20 de mayo de 1890, en la que se establecieron las dos denominaciones de Capitán de la Marina Mercante y Piloto de la Marina Mercante. 

Uno de los primeros expedientes de esas titulaciones fue expedido a nombre de Ramón de Bareño natural de Getxo, solicitando ser admitido a examen con el fin de obtener el título de pilotín para América. Dicha solicitud que aparece en el Archivo Foral de Bizkaia, se formalizó el 14 de junio de 1788. Pero no sería la única, le seguiría en 1879 Manuel de Sarria, natural de Getxo, solicitando ser admitido a examen con el fin de obtener el título de pilotín para América; y en 1792 Francisco Antonio de Piñaga, natural y vecino de Getxo, solicitando también ser admitido a examen con el fin de obtener el título de pilotín en los mares de América.

Otro de aquellos títulos sería el de Capitán, esta vez de la mano de Francisco de Piñaga, vecino de Algorta, de quien en 1762 se informaba había sido examinado y aprobado para navegar desde Galicia hasta Francia en el barco “San Francisco y Ánimas”, de su propiedad, que partiría con destino a Bayona. Lo hacía con cinco marineros a su cargo. Pero aquel título no le facultaba para dirigirse al Norte, para esa labor debía de contratar a un Piloto de Altura. Aquel examen fue realizado por Joseph Bengoetxea.




Años mas tarde, avanzado el siglo XX, la prensa local hablaba de aquellos que, al igual que sus antepasados, deseaban surcar los mares. El 14 de marzo de 1929 el diario bilbaino “La Tarde”, recogía la noticia de los exámenes para pilotos celebrados en Bilbao, en los que habían participado algunos jóvenes getxotarras: “...En los exámenes para pilotos verificados últimamente en Bilbao, les han sido concedidos los títulos de primeros pilotos a los jóvenes de esta localidad D. Abel Uriarte, D. Blas Dobaran y D. Ramón Eguia...”.

Hasta aquí una pequeña entrada de aquellos primeros marinos de nuestro pueblo, que tras obtener sus titulaciones, surcaron mares por medio mundo.



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