lunes, 2 de junio de 2014

1928 - XXV-ANIVERSARIO DEL CLUB MARíTIMO DEL ABRA


Hace 86 años se celebraron los 25 años del nacimiento del Club Marítimo del Abra. La prensa ilustrada de la época lo recogió en sus paginas con todo lujo de detalles. Por algo sus socios componían la élite, no solo de las altas finanzas, si no también de la alta sociedad del momento. 

 
El Club Marítimo del Abra era considerado por la prensa como ”...lugar de reunión, durante los meses de verano, de la sociedad elegante de Bilbao...”. Sus fiestas y sus bailes rompían las fronteras de Areeta-Las Arenas y los periódicos de Madrid se hacían eco de sus manifestaciones. Los cronistas madrileños del llamado “gran mundo”, en sus crónicas de alta sociedad las describían como “...veladas encantadoras, dignas de ser alabadas por la elegancia y belleza de las jóvenes participantes...”. 

 
La coba, que al igual que hoy, realizaban los periodistas de la corte, llegaban a definiciones que hoy causan, cuando menos, sonrojo, por sus edulcoradas e interesadas afirmaciones, sobre todo al referirse al monarca reinante, de quien decían “...pocos veranos habrá dejado de asistir, a alguno de los bailes nocturnos, alternado “democráticamente” con los comerciantes, mineros e industriales...”. Obviamente cuando hablaban de los mineros, no se referían a aquellos seres, de rostros atezados por el negro polvo del carbón, de manos curtidas, que tumbados de costado de la estrecha veta extraían con un pico los trozos de carbón. Me imagino que “los mineros” eran los propietarios de las minas. No deja de “tener gracia”. 

 
Seguía aquella publicación describiendo el magnífico lugar en el que estaba enclavado el Club. Desde su terraza se podía ver “...a la derecha Algorta con el caserio...”, seguro que se referian a “Aitzgoyen”, obra de Manuel Mª Smith Ibarra, realizado por encargo de Emilio de Ybarra de la Revilla en 1909; “...y a su izquierda Santurce y Portugalete, antesala maritima de Bilbao...”; “...al pie del hoy flamante Club, pasaba la extensa playa hoy desaparecida, cuya arena se fundía con la de Algorta...”; “...el viaje a las playas, entonces, era penoso y largo, cierto que comenzaban los primeros automóviles petroleros, y el tranvía de caballos había sido sustituido por el eléctrico, que tenían la campana de aviso en la manivela del freno...”. Románticos recuerdos. 

  
El Club que surgió a iniciativa de D. Ramón de la Sota, quien ideó una fundación que agrupara a propietarios de pequeñas embarcaciones de recreo; más tarde se crearía el Club Marítimo, en el se dieron las primeras fiestas, se organizaron las primeras regatas de balandros. Precisamente en una de las habitaciones, entonces reservadas para los socios, se alojó el inventor Torres Quevedo, en una de sus visitas a Bilbao. Visita que realizó el 6 de Septiembre de 1906, con motivo de la presentación del “Telekino” (un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas, primer aparato de radiodirección del mundo), hizo una demostración de aquel artilugio, maniobrando un bote desde la terraza del Club Marítimo del Abra. 

 
Por entonces, hablamos del año 1928, contaba el Club Marítimo con 780 socios, formando parte de su junta D. Ramón de la Sota, los señores Zubiría y Mac Mahon, D. Restituto Goyoaga y D. Rogelio Renovales. Aprovecharon aquella celebración para realizar un homenaje a D. Benito Diaz de Junguitu (Administrador), responsable de la organización de los célebres, en la época, bailes y banquetes, que con todo boato se celebraban en el comedor del Club Marítimo. En la fotografía superior se puede ver a los miembros que componían la junta. 

 
Hasta aquí una de las efemérides del Club, que llenaba las paginas de la prensa madrileña, juntando en sus instalaciones a banqueros, navieros, mineros y comerciantes, que durante los meses de verano reunía a la llamada sociedad elegante de Bilbao. Mientras que en el exterior, en los bancos corridos del paseo del muelle, se apiñaba aquella otra sociedad, que en muchos casos, con su esfuerzo diario, hacía que los patricios brillaran en aquellas fiestas. Ellos se conformaban con escuchar a las grandes orquestas del momento, que solo en el incipiente cinematógrafo podían ver y admirar. Aunque debemos de tener en cuenta que las primeras emisiones radiofónicas del estado datan de 1923-1924. En realidad, aún faltaba mucho para que los aquellos compases de la época entraran en los hogares de los getxotarras.

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