viernes, 21 de marzo de 2014

CUANDO LA RABIA HACíA TEMBLAR A LOS VECINOS DE GETXO


Pocas enfermedades estuvieron tan asociadas al miedo de la población como la “Hidrofobia” más popularmente conocida como “La Rabia”. 
 
La rabia es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad. Su conocimiento se remonta aproximadamente a cuatro mil años A.C.; es una enfermedad viral grave y mortal que puede afectar a todos los mamíferos, incluidos los humanos. Ha sido habitualmente detectada en algunas especies domésticas tales como perros, gatos, bovinos y caballos. Afecta principalmente al sistema nervioso central (SNC), produciendo una encefalomielitis aguda y al final, la muerte. 
 
Es producida por un virus de la familia “Rhabdoviridae”, que a lo largo de la historia ha recibido diversos nombres: “Hidrofobia”, “Derriengue” (rabia paralítica), en los bobinos se la conoce como “encefalitis bovina” o “lisa” (locura). Los romanos la acuñaron como “rabere” (rabiar), de la que derivó el término actual. 
 
El riesgo de rabia humana está todavía presente en Europa. Los casos declarados en humanos son pocos y esporádicos y ocurren normalmente en viajeros que han estado expuestos a animales rabiosos fuera del continente. 

 
Esta enfermedad está prácticamente extinguida gracias a las campañas de prevención y vacunación de las especies más sensibles a su contagio. Y, sobre todo, gracias a la vacuna del químico francés Louis Pasteur. Pero no siempre fue así. En 1928 nuestro pueblo, Getxo, fue sacudido por esta grave enfermedad de la que fueron paganos perros y gatos. 
 
Esta epidemia se extendió por nuestro municipio, afectando a animales que habitaban en toda clase de hogares: pobres y ricos. Una de las primeras menciones a perros infectados es la que el 30 de enero de 1928, hacía el Director del “Instituto de Higiene de Bilbao”. Se refería al perro de un ilustre vecino de Punta Begoña, D. Horacio Echevarrieta, su fiel acompañante había fallecido repentinamente.
 
Pero no iba a ser la única. Esta vez el animal sería un gato: el 1 de Febrero de 1928, se recibía un informe de “Inspección de Sanidad e Higiene Pecuaria” de Getxo. En dicho informe se decía “...un gato, propiedad del vecino de esta D. Nicolas Santa Maria, habitante del caserío Ibatao, ha mordido a 4 hijos del mismo, por los síntomas y lo excitado que se hallaba, se sospecha que se trate de la rabia...,...la cabeza del animal ha sido remitida al Laboratorio Municipal de Bilbao...”. Se recomendaba a los mordidos pasar por dicho centro, por si fuera necesario proceder a su vacunación. Como aquel felino, no contento con atacar a los niños anteriormente citados, había atacado a otros animales domésticos (perro y otros gatos de la casa), se dispusieron las medidas contempladas en la Ley, el sacrificio de todos los animales. 
 
Se sucedían episodios que bien pudieran definirse como de histeria colectiva. Se sucedían las denuncias relacionadas con cualquier perro que fuera visto suelto y sin bozal (ver fotografía inferior). También intervino el Gobernador Civil, que el 16 de Febrero de aquel año, emitía una circular publicada en el Boletín Oficial de la provincia el día 17, por la cual se ordenaba denunciar ante las autoridades a todos aquellos que infringieran la normativa que obligaba a llevar a los perros atados y con bozal. 

 
Una idea de aquella histeria nos la da el decreto de alcaldía del día 6 de Marzo de 1928, en el mismo, tras aparecer vagabundeando y sin bozal, por Las Arenas, un perro “Seter algo mestizo”, con manchas en ojo, costado y caderas, se hacia insistentemente constancia de que eran de color “rojo”. Aquel perro fue encerrado en los “cuartos de detención”, cual vulgar delincuente. Se daba un plazo de tres días para que su dueño lo reclamara, pasado el cual el perro sería sacrificado. 
 
El día 7 de Marzo, se denunciaba que un perro de D. José Gabiña, domiciliado en un piso situado sobre la “Taberna de Marta”, había mordido al joven Federico Ibarra, causándole algunas heridas. Se siguió el protocolo que marcaban las ordenanzas sometiendo al perro a observación. Por la forma en la que estaba redactado el informe, la juventud no era acreedora del titulo de Don. 
 
Las denuncias se multiplicaban. Varios vecinos de Las Arenas se hacían acreedores de sanciones por no llevar a sus perros atados y con bozal. Entre los mismos se encontraban Marcos de Zamacona, Daniel de Cortazar, Rafel Vierna, Vicente Barquin, Enrique Borda, Manuel Galindez, Juan Sagredo y Juan de Zabala y Arellano. Las multas eran de una media de 320 pesetas, cantidad elevada para la época. 

  
El 5 de Mayo de 1928 el Alcalde de Getxo D. Juan L. Prado Mathurin emitía un Bando al respecto y hacia saber: 
 
...ante la persistencia de los casos de rabia, con el temor de que se hubiera inoculado el virus de la rabia a los gatos, se iban a tomar medidas excepcionales...”.
 
Aquellas medidas consistían en: 
 
...todos los perros deberán de ir acompañados de sus dueños, con correa o cadena y bozal..”. 
 
...los perros que estuvieran fuera de la norma anterior, serían capturados y sacrificados de forma inmediata...”. 
 
...los gatos debían de permanecer encerrados en sus domicilios, o bien en caso de no atender el bando, serian inmediatamente sacrificados...”.
...los dueños de perros y gatos que no cumplieran las ordenanzas serian multados severamente...”. 
 
Eran días aciagos para aquellos pobres animales (ver Bando).

  
El 20 de Abril de 1928 era sacrificado un perro y sometidos a vigilancia el resto de los mismos, propiedad del marqués de Arriluze, por tener el primero síntomas de rabia. El 3 de Mayo era el veterinario municipal quien alertaba de la necesidad de no permitir salir a los perros sin cumplir la normativa, dada la persistente extensión de la epidemia. Las noticias sobre mordedura y perros rabiosos se repetían. Se realizó un informe pormenorizado de los casos que se venían sucediendo (ver fotografía inferior). 

 
La Sección Epidemiológica del “Instituto Provincial de Higiene de Vizcaya”, el 12 de Mayo de 1928, emitió sus primeros informes sobre casos de rabia. Tras analizar la cabeza de un perro, decían que el mismo presentaba “...lesiones de “Nelis Van Gehuchten, intensamente positivas, de lo que se deducía un diagnostico de Animal Hidrófobo...”. 
 
Así mismo se producía otro caso de ataque, esta vez a un niño de 12 años, se trataba de Angel Bengoechea. El pequeño había sido mordido por el perro de D. Lucio Ugalde. Aquel perro días antes había matado varias gallinas. Por lo que su cabeza fue cortada y enviada al Instituto Epidemiológico. 
 
El 30 de Julio de 1928 el Director General de Agricultura y Montes Sr. Benjumea, publicó en el Boletín Oficial de la Provincia un informe sobre esta epidemia. En el mismo daba cuenta de la celebración en París de la reunión anual de Epizootias, a la que asistieron representantes de más de 40 países. Se llegó a la conclusión de que era necesario una actuación conjunta para reducir y extinguir la rabia. Siguiendo el ejemplo de otros países más avanzados, aconsejaba: 
 
La adopción por parte de los Gobiernos Civiles e Inspecciones Pecuarias de severas medidas encaminadas al cumplimiento de los Reglamentos de Epizootias para prevención de la rabia, publicando circulares y pasquines, poniendo en practica medidas para la participación ciudadana. 
 
La no aplicación de vacunas a los animales, y la no facilitación de vacunas contra la rabia, si la petición no iba acompañada de la autorización de las alcaldías, en la que se manifestara que bajo su responsabilidad el animal debería ser sometido a vigilancia durante 40días. 

 
La ocultación de aquella enfermedad así como las transgresiones relativas a la misma debieran de ser castigadas de acuerdo con las reglamentaciones con rigurosidad. 
 
En una circular adjunta se estableció que de acuerdo con las Disposiciones de los Capítulos IV y XVIII del reglamento de Epizootias del 30 de Agosto de 1917, que había sido modificado por Real Orden de la Presidencia del Directorio Militar (Dictadura de Primo de Rivera), del 26 de Noviembre de 1926, por orden del Gobierno Civil, se declaraba en estado de infección de rabia a toda la provincia. 
 
Para los animales, sin embargo, en la circular que acompañaba, el futuro era mas negro, ya que se autorizaba sacrificarlos en el mismo momento de su captura, si el agente estimaba que podía correr peligro.
 
Pero no solo era a los perros a quien el futuro se les presentaba sombrío, también a otras especies (gatos y cerdos), que pudieran haber sido mordidos por otro animal atacado de la misma enfermedad. Aún en los casos de no presentar manifestaciones rábicas, se les debería de sacrificar al momento. Decía aquella circular “...los animales herbívoros, mordidos por otro animal rabioso, serán “secuestrados” durante 3 meses, salvo que sus dueños autoricen su vacunación...”. Los solípedos y vacunos podían seguir prestando servicio a condición de que los primeros fueran provistos de bozal. 
 
La contundencia de aquellas medidas eran proporcionadas a las del funcionamiento de la dictadura de Primo de Rivera. En aquellos días se sacrificaron 39 perros y 20 gatos. 
 
Hasta aquí un recordatorio de aquellos días, en los que por una epidemia de rabia, perros, gatos, cerdos y cualquier otro animal sospechoso, podía terminar sus día decapitado y su dueño castigado con una fuerte multa.

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